LA RECTA FINAL

Tenía las expectativas de que en cuanto pudiera cogerme la baja podría hacer todas esas cosas que siempre están pendientes... Desde renovar el permiso de conducir y el DNI, hasta salir a comprar algunas cositas para los bebés (hasta ese momento no tenemos absolutamente nada), pasando por quedar con algunas personas para compartir mi alegría.
Intento hacer algunas cosas sencillas como pasear, pero todo me empieza a resultar muy cansado.
Pero la barriga ya empieza a pesar mucho. Y el hierro no sube. El cansancio se hace tremendo, me empieza a imposibilitar el movimiento. Y el dolor en la costilla se hace a ratos totalmente insoportable.
Decido ir a un osteópata (Gastón Santacecilia), que con una sola sesión me alivia muchísimo el dolor de la costilla. Por primera vez puedo descansar una noche sin el dolor.
Sin embargo, tomar el metro se me torna casi imposible, y más aún un trayecto de casi una hora hasta su consultorio. El calor empieza a apretar. La barriga está bastante grande. Diría que inmensa si no hubiera visto que todavía podía crecer mucho más...
Cada vez me siento más cansada. Me cuesta un triunfo hacer las pequeñas cosas de casa, cocinar, lavar la ropa...
La ginecóloga dice que estoy perfecta (ginecológicamente), que siga haciendo lo que estoy haciendo. Los niños están creciendo muy bien. Van a ritmo como si solo hubiera uno. Percentil 70!!
Me dice "a partir de ahora eres una incubadora". No salgas mucho, no camines mucho (bueno, eso es obvio porque aunque quisiera no podría). Solo comer, descansar, estar emocionalmente tranquila...
Las clases de preparación para el parto... bueno, llegué tarde. Cuando las quise pedir, estaba en la semana 26. Pero ya no tenía autonomía para ir en transporte público a ningún lugar. Empiezo a quedarme en casa. A pedir que Nico vaya a comprar o hacer la compra por Internet.
Me quedé sin clases pre-parto, y sobre todo, sin la posibilidad de compartir con otras embarazadas este precioso momento. Así que cualquier persona que venía a verme se veía sometida a un discurso sobre el embarazo....
En el mes 7 ya no podía hacer nada. A finales de ese mes, coincidiendo además con una ola de calor, me traslado a casa de mi madre. Ahora sí soy una auténtica incubadora, sin nada más. Apenas duermo 2 horas, pero igualmente me siento muy feliz. Bueno, para ser honesta, estoy como en una especie de "nirvana", de estado de no-mente, y por tanto, de no-emociones.
Completamente ausente de mi misma pero completamente conectada a la vida. Pendiente de los movimientos de los chicos, que hacen que contemplar mi barriga sea la ocupación principal, el mayor divertimento, me quedo hipnotizada viendo pies, rodillas, codos, culitos, moviéndose por mi barriga, interactuando entre ellos.
Desde "el principio", los dos están en posición cefálica, es decir, cabeza abajo. Uno de ellos, "mi media barriga izquierda" está más abajo, como si tuviera prisa por salir. El otro, "mi media barriga derecha" sube y baja a su gusto, moviéndose como una lagartija. A veces sube hasta la costilla, la que me duele tanto...
Y llega un día en el que siento que no puedo más.
Estoy tan cansada y tan molesta que ni siquiera me atrevo a ir de urgencias por no pasar el trago de ir hasta allá y que me manden para casa porque no estoy de parto.
Llamo al hospital. Pregunto por el médico de urgencias. Le explico: estoy de 36 semanas y 3 días, gemelos, cada uno de ellos tiene un peso estimado de 3Kg y yo no puedo más. ¿qué puedo hacer? El médico suelta una risita de sorpresa, y me convence de que espere todo lo que pueda, que a partir de la semana 37 (independientemente del peso) los bebés dejarán de considerarse prematuros y no me los quitarán. Eso resulta suficiente para convencerme de que es mejor así.
Espero, cada día es una espera heroica. Acepto la incomodidad. Recuerdo los años practicando yoga y meditación. Me desidentifico del cuerpo. Acepto el dolor. Espero. Me concentro en mi corazón. En los movimientos de mis bebés. En mi respiración. Acepto la espera. Me concentro en la fuerza de voluntad que viene del amor a esos pequeños seres que aún no han nacido. Espero. Acepto. Respiro.

EL SEGUNDO TRIMESTRE

el tiempo pasa rápido. Antes de que te des cuenta, tu barriga parece enorme. Todo el mundo ahora ya se ha dado cuenta de mi embarazo. Me siento muy orgullosa de ello. Cada semana voy mirando en Internet cómo van evolucionando los bebés. No recuerdo en qué semana, pero sé que empecé a notar los movimientos muy pronto. Como burbujitas. De nuevo, dudé si eran gases. Como diría después mi madre "para tí todo parecen gases". Es que es algo tan sutil, tan nuevo, tan suave...
Si tengo que describir el mes 4 y 5 solo podría decir EXTASIS. Esos dos meses han sido los momento más increíblemente hermosos. Físicamente ya me encontraba mucho mejor, bastante adaptada a la nueva situación. No hay nauseas. No hay dolores de ningún tipo, excepto una costilla en el costado derecho. Lleva molestándome desde el mes 3. A ratos se hace insoportable. A ratos me olvido. Pero sé que no va a mejorar, así que habrá que ir acostumbrándose a ello.
La barriga ha crecido mucho. La mayoría de personas piensan que ya estoy casi terminando el embarazo. Pero todavía falta mucho. Por la calle la gente me pregunta. Demasiado alta para estar terminando el embarazo, demasiado grande para estar todavía en el mes 5...
Me siento genial. Emocionalmente estoy fantástica. Espiritualmente plena.
En una ecografía, todavía pronto, se ve que los bebés son dos varones. No esperábamos ninguno saberlo tan pronto, pero los bebés se pusieron de forma que era imposible no verlo. Hasta yo lo vi, que normalmente no entiendo nada en las ecografías!!! Y encima ese día su padre no había podido venir a la revisión por trabajo. "si total, no me van a hacer eco hoy, solo revisión general..." eso le dije yo al salir...
Todo está bien. La ginecóloga insiste en que estoy estupenda. Solo tengo el hierro algo bajo y ese dolor en la costilla. Del resto de posibles cosas, nada.
Pasa el trimestre volando, pero a finales del mes 6 ya estoy tremenda. Pido la baja en el trabajo, porque no quiero sufrir mi embarazo. Si estoy mucho rato de pie o sentada en la misma posición, se me hinchan los tobillos. Aprovechando que comienza el buen tiempo, dejo de trabajar.
Y justo a final de ese mes, todo cambia....

EL PRIMER TRIMESTRE

Hubo que esperar unos días para hacer la primera ecografía. Fue increíble. Ver esas dos cositas de apenas 2mm latiendo como un caballo desbocado. Tremendamente emocionante.
Físicamente estoy algo fastidiada. De nuevo un poco de Síndrome de Hiperestimulación Ovárica me tiene hinchada y dolorida, pesada.
Empiezan a darme cólicos de gases. Algo realmente fastidioso. Sobre todo el primero que me dio, que fue muy fuerte y me pilló desprevenida. Al principio no entendía que era ese dolor tan intenso en el vientre. Hasta que me di cuenta de que eran gases. Aproveché la postura de yoga para eliminar los gases, y la cosa mejoró.
Y de nuevo empecé a tomar el Cloruro de Magnesio que habitualmente tomaba todas las noches, y que había dejado de tomar en este último mes. Eso fue definitivo. No volví a tener ni un cólico, ni tuve jamás calambres, y conseguí librarme del estreñimiento intestinal que ya había comenzado.
Me sentía bien, anímicamente exultante. Físicamente un poco fastidiada. Tenía muchos ascos. No vomitaba casi nunca (alguna vez que cené sin hambre), pero me daba mucho asco el olor de la comida. Tanto es así que cocinar se convirtió en un auténtico suplicio. Me convertí en la reina de la cocina pre-cocinada y de los congelados, lo único que podía permitirme preparar una comida en 5 minutos y no morirme de asco con los olores.
Tenía hambre, pero tampoco mucho más de lo habitual, tal vez a media mañana.
Poco a poco me fui adaptando a esta nueva situación. Me sentía emocionalmente tan feliz, tan dichosa, tan radiante que la incomodidad física pasó a segundo plano.
En el trabajo tuve la suerte de que me comprendieran y respetaran que no siempre podía rendir a tope. Además, tuve que cambiar de puesto de trabajo por "prevención de riesgos laborales", lo cual hizo que mi ritmo bajara mucho, puesto que en el nuevo puesto no tenía tantas cosas que hacer.
El tiempo pasó rápido. Mi barriguita incipiente iba creciendo muy rápido. O al menos eso me lo parecía a mi. Habitualmente soy muy delgada, mi vientre totalmente plano, casi se notan las crestas ilíacas. Ahora tenía una barriguita. Para mí era una barrigota. Para el resto del mundo pasaba desapercibida.
Me gustaba esa sensación de "guardar un secreto". Caminaba por los pasillos del trabajo como si supiera que tengo un tesoro y que casi nadie sabe.
Igualmente decidí compartir mi alegría muy pronto en el trabajo, entre otras cosas por lo comentado anteriormente, tenía que cambiar de puesto por riesgos en la salud de los bebés y de mí misma.
Lo más importante en este trimestre para mi fue la adaptación al malestar del estómago, que me duró poco más de dos meses. Y al insomnio. Empecé a no dormir apenas. Eso si me resultó bastante terrible, porque normalmente soy de buen dormir. Me sentía como agotada, y a la vez me ponía nerviosa no dormir. Entré en ese bucle en el que no te duermes porque estás pensando en que no te puedes dormir... Igualmente tocó acostumbrarse. Tomé SEDATIFF, un remedio homeopático que me permitía dormirme un rato cuando lo tomaba, y también gotas de passiflora, para poder compensar una especie de ansiedad que me surgía por la mañana, y que se supone que era hormonal...

FIV

Me enfrentaba a la FIV con muchos sentimientos encontrados. Por un lado, sabía que la tasa de éxito no era muy elevada, pero sí posible. Por otro lado, era la última opción, y esta vez sí era la última. Mentalmente siempre pensaba "bueno, siempre se puede intentar una FIV", pero si ahora fracasaba, no se podía intentar nada más. Económicamente era ponernos al borde de la ruina. Físicamente sabía que era un desgaste tremendo y un sobreesfuerzo para el cuerpo impresionante, cargarse con tantas hormonas.
Decido hablar con mi jefe en el trabajo. Es algo extraño, pero quiero contárselo. Creo que nos tenemos un gran respeto mutuo, incluso diría que cariño. Necesitaba que supiera que no iba a rendir según lo esperado, que me iba a enfrentar a un proceso emocional y físicamente muy exigente. Necesitaba sentir que podía no sentirme culpable por no ser "suficientemente buena" en esos días en el trabajo (aunque a menudo me han dicho que mi mediocridad es la excelencia de muchos, mi autoexigencia también es grande!). Su respuesta fue estupenda. Me animó muchísimo, me deseó toda la suerte del mundo, y me dijo que no me preocupara, que lo primero es lo primero, y que le mantuviera al contacto del proceso.
Sin pensarlo demasiado, empezamos el proceso. Lo curioso es que empiezas un tratamiento de fertilidad tomando anticonceptivos. Eso ya me descolocó mucho. Hay que sincronizar los ciclos a los momentos en los que el Hospital hace las diferentes etapas: todas ovulamos a la vez.
Empezó la medicación. Muy fuerte. Físicamente y psicológicamente te afecta, te desequilibra. Emocionalmente hay que mantenerse muy muy centrado, lo cual es difícil con tanto baile de hormonas.
Primera revisión ecográfica. Hay un montón de óvulos. Eso es bueno. Siguientes revisiones. Todo va bien. Llega el día en el que te extraen los óvulos. ¡¡Hay 22!! La ginecóloga asombrada de la respuesta de mi cuerpo. Dice que ha reaccionado como si tuviera 10 años menos. De los 22, fecundan 20. Tengo 20 embriones. Pero no me pueden implantar ninguno. Síndrome de Hiperestimulación Ovárica. No me duele demasiado. Pero estoy hinchadísima.
Esperamos 2 ciclos enteros a que el Síndrome baje.
Empieza el siguiente ciclo, el definitivo. Medicación suave. Llega el día de la transferencia de los embriones. No sé cuántos me van a poner. Una vez entras en el Hospital, ellos llevan la batuta, ellos deciden y te informan a posteriori.
Un día tengo un sueño: me quedo embarazada de gemelos, y tal y como está la sanidad pública en España, mejor me hago de una mutua de salud.
Llegamos a la consulta de la doctora. La veo con cara rara. Llorando, me dice que no me pueden hacer ninguna transferencia, porque los 20 embriones se han echado a perder. Ha habido algún problema en la congelación con los biólogos, y se han lisado (roto, estropeado) todos. No nos lo podemos creer. Pero no hay nada que hacer. Casi me toca consolar a la doctora, que estaba absolutamente afectada. Insiste en que tenemos que repetirlo. A coste (económico) cero. A coste (físico) importante. A coste (emocional) brutal.
Yo ya no quiero enfrentarme de nuevo a ello, volver a pasar por la locura de las hormonas, por otro posible síndrome, por más ansiedad y angustia. Pero no me dan opción. La doctora insiste tanto que no tengo más remedio que decirle que sí, que comenzamos de nuevo otro ciclo.
Otra vez los pinchazos, otra vez el baile de hormonas. Otra vez ilusión y ansiedad, esperanza y miedo.
Me pone una dosis mucho más baja de hormonas, para evitar que me pase lo de la otra vez. Igualmente, salen 18 óvulos. Esta vez resultan menos embriones, y aunque he vuelto a hacer un poco de hiperestimulación, decide implantarme los embriones igualmente.
Llega el día de la transferencia. Bendigo sus manos, bendigo las manos de todos los que asisten al proceso, así como a los biólogos que han hecho su trabajo antes.
Y vuelvo a casa con 3 embriones implantados. En ese momento por suerte no sabía. Había uno de buena calidad (B) y 2 de calidad media-baja (C).
Comienza la beta-espera. Si alguien quiere saber qué se siente en esos momentos, solo tiene que pasearse por los foros para leer miles de expresiones de todas las emociones posibles.
Es Navidad. Intento no pensar en ello. Aunque es difícil cuando tienes que estar pendiente de la medicación durante varios momentos del día.
Un día, mientras voy a trabajar, cruzando la calle Diagonal, siento que los árboles se inclinan ante mi paso con una sonrisa. Siento que estoy embarazada. ¿Otra vez mi imaginación? No importa, siento tanto amor dentro y fuera de mi que no me importa si es mi imaginación o no. Esa amorosa presencia "femenina" me sigue acompañando desde mi costado derecho. Y siento que todo es perfecto.
No me encuentro muy bien. Estoy super hinchada. ¿otra vez el Síndrome? Parece que tengo una gastroenteritis. Ya se sabe, las comidas de Navidad.
Nada de bailes, por si acaso. Igualmente, estoy pesada y sin muchas ganas de bailar.
Llega el día 28 de diciembre, el día de los Santos Inocentes. Me toca hacer una analítica de sangre para ver el resultado. Vamos al hospital, me sacan la muestra. Volvemos a casa. Nico decide quedarse en la cafetería de la esquina. Yo subo a la casa. La espera me parece que va a ser larga. En eso suena el teléfono. La doctora. "Ana, estás embarazada. Y además creo que son 2, porque los niveles de hormona son muy altos". No me lo podía creer. Lloré al teléfono, agradeciéndole a la doctora, a Dios, a la vida, esa posibilidad. Y me fui corriendo a buscar a Nico a la cafetería para contárselo.

INICIOS ALTERNATIVOS

Después de unos meses, la situación se normalizó, Nico volvió a casa, con mucha mayor claridad sobre sus afectos y sobre lo que quería y no quería en su vida.
Empezamos de nuevo. Esta vez, en lugar de ir a la ginecóloga, fuimos a una acupuntora. Recomendada como especialista en tratamientos para "preparar el nido". Algunos pequeños cambios en la alimentación, y un programa de unos 3 meses para ir equilibrando energéticamente el cuerpo para favorecer un posible embarazo. El tratamiento me hizo sentir físicamente muy bien. Algunas pequeñas molestias físicas que me venían acompañando hacía tiempo desaparecieron, y todo mi estado físico mejoró muchísimo.
Pero el bebé no llegaba. En mis meditaciones seguía sintiendo esa amorosa presencia femenina acompañándome, y eso me daba mucha paz. Pasaron los meses y seguimos haciendo tratamientos de tipo energético, alternativo. A través de ellos sentí cómo algunos bloqueos energéticos y mentales iban desapareciendo.
Pero el bebé no llegaba.
Entonces ocurrió algo muy simple que me hizo cambiar mi modo de ver las cosas. En un foro de astrología en  internet en el que no había entrado nunca (no tengo ni idea de astrología) puse mis datos y pregunté si alguien podía decirme algo sobre mi fertilidad. Y una persona me contestó. Algunos aspectos fértiles, algunos estériles... si tienes algún hijo vendrá tarde (para mi ya era muy tarde), será varón y probablemente serán gemelos. Fecha probable de embarazo (o de parto): agosto de 2012 (una fecha para mi demasiado lejana)
En ese momento, esa información me sorprendió mucho. Por lo concreto de las afirmaciones, y también por la cantidad de información aportada. Y algo en mi mente se dio cuenta de que las cosas no siempre son como creemos. A veces pensamos que los procesos son simples e independientes, es decir, que si pongo en contacto un óvulo y un espermatozoide, la fecundación es algo probable, como proceso en sí mismo. Sin embargo, no tenemos en cuenta que no somos una entidad separada del resto del universo, que hay una comunicación esencial entre todo lo que existe, que todo afecta a todo, que existe un orden y un proceso global que incluye nuestros procesos individuales, y por qué no, un "destino escrito en las estrellas". Tuve la sensación, totalmente física, de que nuestra pequeña conciencia humana está muy lejos de comprender las cosas, que normalmente nos quedamos solo con una parte muy pequeña de la realidad.Y creemos estar viendo el cuadro completo...
Esa anécdota me hizo más humilde, más respetuosa.
De todos modos, Nico me pidió que lo intentáramos de la última manera "humanamente posible": una Fecundación in Vitro" (FIV). Al menos, que el día de mañana no pudiéramos reprocharnos no haber hecho todo lo posible, no haberlo intentado por todos los medios.
Ahí empezó una nueva etapa..

TIEMPO DE ESPERA

Otro cambio en mi vida. Debo decir que los cambios son lo único permanente en mi vida. He vivido muchas situaciones, muchas más de las que han vivido la mayoría de mis compañeros de camino, de mis amigos. La vida me ha centrifugado hacia muchos lugares diferentes, hacia experiencias muy dispares.
Y poco a poco he podido ir aprendiendo que, pase lo que pase, siempre hay un lugar donde puedes regresar: a tu corazón.
Se hace difícil, porque nadie en tu entorno sabe qué te ocurre.
No había comentado nada a mis amigos, ni siquiera a mi familia. Eso es algo que veo que hacemos habitualmente. No sabría explicar por qué. es una mezcla de sentimiento de vergüenza (que sé que es ridículo), de fracaso (aún más ridículo), no sé. Un montón de emociones que hacen que este tema, el de la infertilidad, quede en lo más profundo del corazón de uno y sea muy difícil de compartir. Tan solo te animas con alguien que sabes que ha pasado por lo mismo... En mi caso, una pareja muy cercana que acaban de tener su hija por FIV. Pero tampoco lo comenté. La soledad se convierte en un agravante a esa situación que, de por sí, es tremendamente estresante.
Nadie a tu alrededor entiende (porque no lo saben) tu dolor, tu desequilibrio, tu desesperanza. En mi caso, como coincidió con que Nico se marchó, mi familia vio esa parte, e intentaron desde su cariño, apoyarme.
Hay un proverbio chino que dice "cava el pozo antes de tener sed". Y por suerte, yo tenía hechos mis deberes en ese sentido. Así que utilicé todas las técnicas que tuve al alcance, las mismas que yo muchas veces he compartido con otras personas que pensé que les podían servir.
Me enfoqué (sin obsesionarme) en el trabajo, y como el tipo de trabajo que hacía en ese momento me lo permitía, me la pasé escuchando un único mantra. Una canción, de Rosa Zaragoza que se llama "Yo soy uno ", y cuya letra dice : Yo soy Uno con el Ser de la Madre, yo soy Uno con el Amor, yo soy Uno con el Ser del Padre, yo soy Uno con Dios". Así durante todas las horas que estaba trabajando. ¿para qué? se puede preguntar alguien. Pues para centrar mi mente. Para no dejarla divagar, para no dejar que se obsesionara con el dolor, para que no entrara en círculos a auto-destruirme.
De esta manera, conseguí que mi mente repitiera, día y noche, este mensaje de Unidad con el Amor, con Dios. Eso me dio mucha paz mental.
Luego, al llegar a casa el vacío era tan grande... Me sentaba cada atardecer en el cuartito en el que solíamos meditar y hacer yoga. Y ahí, en el silencio, busqué la paz. Lo curioso es que durante esas semanas, esos meses que duró esta situación, mis meditaciones fueron de lo más hermoso que recuerdo. En cuanto me sentaba en silencio, me invadía una gran sensación de amor, como una presencia muy muy fuerte que me abrazaba, que me consolaba, que me hacía saber, sin lugar a duda, que todo está bien. Que todo está siempre bien. Aunque no entendamos qué significa bien. eso no significa lo mismo que decir que está bien que mi esposo se hubiera ido. No significa que esté bien el dolor. Es algo más profundo, más allá de las cosas cotidianas. Es la certeza de que, más allá de las apariencias, todo es siempre perfecto. Más allá de los hechos concretos, todo son aprendizajes, y eso es siempre bueno. Más allá del dolor aparente, existe un amor infinito que es la fuente de todo. Los hechos concretos son simplemente hechos concretos. La realidad está conformada por eso pero también por otras muchas cosas que normalmente no tenemos en cuenta. No podemos estar en el corazón ni en la mente de los demás, así que lo mejor es siempre no sacar conclusiones. No disculpo los comportamientos de los demás que nos llevan a sufrir. Simplemente los observo, intento no identificarme ni con víctima ni con verdugo. Intento mantenerme neutral. Acepto el dolor. Acepto la incomodidad, y me centro en mi corazón. Y sigo caminando, hacia mi misma, hacia mi propia verdad.
Empecé a escribir poemas espirituales en las paredes de la casa, como si fuera una prisionera que solo tiene las paredes para expresarse. En cada pared encontraba una frase inspiradora, algo que me hacía recordar que no importa cuán dolorosa pueda parecer tu realidad, al final, esto es solo un sueño. El sueño en el que nos creemos que todo es real. Pero más allá de este sueño, en el silencio, en el corazón, existe otra realidad, llena de paz, llena de un gozo siempre nuevo. Una realidad que solo descubre quien la busca con ahínco. Una realidad más real que la que vemos todos los días. Algo que, en medio del dolor, te hace levantarte con una sonrisa y el corazón rebosante de amor para dar.

5 CICLOS DE IA

Después de ese primer "fracaso", yo no tenía muchas ganas de comenzar un nuevo ciclo, pero la ginecóloga no me dio opción: hay que seguir intentándolo. Hay que ir estimulando el cuerpo. Verás como todo va a ir bien.
De nuevo los pinchazos. De nuevo las revisiones, las ecografías casi diarias para ver la evolución del huevito. De nuevo el día de la IA, las expectativas, el volver a casa con esa mezcla de miedo-emoción-respeto... De nuevo las pastillas de progesterona, la cuenta atrás.
de nuevo la cuenta atrás. De nuevo se acaba la caja de pastillas. Comienzo una caja nueva: 1 día, 2 días, mañana me hago la prueba. Y de nuevo la migraña y el sangrado. No quiero aceptarlo. Lloro como nunca había llorado. Esto no está funcionando. Las hormonas inyectadas, aunque sean suaves, hacen su efecto "desequilibrante" en mi mente, en mis emociones.
Mi relación con Nico empieza a deteriorarse. Cada vez más nerviosos los dos, no encontramos la manera de compartir el dolor, el miedo, el susto ante la posibilidad de no tener hijos. No encontramos la manera de comunicarnos, de apoyarnos. Así que lo que acabamos haciendo es daño. Siento que no me entiende, que me culpa, que se culpa, que nos obsesionamos los dos. Ocurren muchas cosas en esos 5 ciclos de IA. Demasiadas cosas y demasiado profundas para compartirlas, incluso con nombres falsos. Cosas que hacen que, tras el 5º fracaso de IA, nos separemos.
Yo no sabía nada de cómo era el sistema de las IA. No hay como ser hermana de médico para que te traten diferente, por un lado con cierta ventaja, por otro, como si lo supieras todo.
Cuando la doctora, en la 5ª IA me dijo "esta vez tiene que funcionar, porque no hay más oportunidades", me quedé totalmente desencajada. No me lo esperaba. Algo en mi mente se agarraba a la idea de que eso se podía repetir muchas veces, hasta que funcionara. Pero no. No había más opciones. Recuerdo una sensación de desespero, de desazón. Ya era la última posibilidad.
Y después de la migraña y del sangrado, como siempre dos pastillas después de que se terminara la caja, el mazazo de la ginecóloga "no puedo hacer nada más por vosotros". La única opción sería una Fecundación in Vitro, y yo no puedo hacerosla.
Recuerdo la tristeza. Mi pareja se estaba yendo,  pero no se acababa de ir. Mis opciones se habían terminado definitivamente. Toda mi vida se vino abajo en un momento. Mis sueños, mi realidad....

LOS INICIOS

Hace mucho tiempo que quiero ser madre. Supongo que es un instinto natural en las mujeres, el famoso "reloj biológico" que va corriendo y en un momento determinado, se hace casi urgente. En mi caso hacía ya muchos años. Sin embargo, no quería tener un hijo sin un padre. Y por supuesto, sin un padre adecuado. Las creencias a veces nos hacen decir cosas como ésta, aunque la expresión "un padre adecuado" sea a menudo complicada de evaluar...
Ahora es el momento, me dije hace ya casi 4 años. Ahora tengo a mi lado a un hombre al amo (Nico) y con el que creo que puedo formar mi anhelada familia. Y ahí nos topamos con la realidad. Los hijos no vienen.
¿qué hacemos?
Lo primero fue hacerme una revisión ginecológica. Todo bien. Suficientes reservas de óvulos, buen moco, trompas permeables, todo lo físico parece estar bien. Los espermatozoides se mueven bien por mi moco. La muestra seminal parece suficientemente buena (aunque nunca hacen afirmaciones muy claras al respecto). La ginecóloga nos propone unos ciclos de Inseminación Artificial (IA). En principio, no hay ningún aspecto de infertilidad que impida un embarazo, así que una pequeña ayudita tiene que funcionar.
La ginecóloga es un amor, muy cariñosa, muy positiva.
Empezamos con una medicación suave, solo para asegurar que la ovulación es correcta, una mejora en la muestra de semen para que solo queden los más rápidos, los más fuertes... en fin, facilitar al máximo el proceso.
Empiezan los pinchazos. Normalmente me pincha Nico. Aunque algunas veces él no está y me tengo que pinchar yo sola. ¡¡Qué difícil me resulta eso!! Es increíble cómo soy casi incapaz de clavarme una aguja a mi misma. A veces tengo que clavarla 3 o 4 veces hasta que acierto...
Primer ciclo de IA. Todo está perfecto. Mi óvulo está en su sitio, grande, bien vasculado (todo eso según dice la doctora). Tenemos muchas posibilidades.
Volvemos a casa, con esa sensación de miedo-respeto-emoción extraña, intentando mantenernos en el coche casi en horizontal para que "no se caiga". Y empieza la progesterona y la cuenta atrás.
Te recomiendan todos (la doctora, los foros, la familia no porque no he contado nada todavía): intenta no pensar en ello. Pero eso es realmente difícil. No pensar en algo que para ti es tan importante... no pensar en algo cuando tienes que estar todas las noches con la medicación...
La doctora dijo: si cuando se acabe la caja de las pastillas (de progesterona) no has comenzado a sangrar, es que estás embarazada.
Cada día cuento las pastillas que faltan, los días que faltan. No pienses en ello. Pero ¿cómo no hacerlo? La caja de pastillas se va terminando. Ya solo quedan 3, 2, 1. Se han terminado las pastillas. ¿estaré embarazada? Me da una terrible migraña. No me haré la prueba, esperaré hasta mañana a ver. Y esa noche, empiezo a sangrar. Ya me había hecho la ilusión... Primera vez que falla. Llamo casi llorando a la ginecóloga. No ha funcionado. Bueno, no te preocupes, lo seguiremos intentando, a veces hay que estimular un poquito al cuerpo para que "se ponga las pilas".
No puedo describir con palabras la sensación que produce ese sangrado. Tal vez solo las personas que han pasado por ahí pueden entenderlo.
Debo decir que hasta ese momento no había tomado conciencia de que podía no ocurrir, de que existe la posibilidad de que no me quede embarazada. De que no todo el mundo lo consigue.
Empiezo a leer en los foros, buscando una posible explicación, un consuelo, alguien a quien le haya pasado lo mismo. Miles de entradas, miles de mujeres expresando sus miedos, sus ilusiones, sus expectativas. Curiosamente, se mezclan las mujeres que anhelan un embarazo con las que lo temen...extraño mundo.