AHORA

Los bebés nacieron finalmente por cesárea, uno de ellos no pudo girar la cabecita al final y a la doctora le entró el pánico y decidió recogerlos. Nacieron preciosos, casi 3 kg cada uno, 49 cm. A día de hoy han cumplido los 10 meses, y están cada día más bonitos, sanos, felices y activos. Espero encontrar algún rato para ir compartiendo lo que fueron los primeros meses de tenerlos en casa (agotadores) y cómo poco a poco hemos aprendido a tener un ritmo y un orden, tan necesario para ellos como para mi...
Mientras encuentro el tiempo, si quieres preguntar o compartir algo, este sitio es también tu sitio. Yo eché mucho de menos un lugar donde leer / compartir un poco más allá que los foros que fui capaz de encontrar.
Mi vida es una bendición doble. Tener mellizos no es sencillo, pero no lo cambio por nada.

EL GRAN DÍA

Sábado. Me encuentro ya muy mal. He pasado el umbral de la semana 37. He cumplido con lo que se me pedía. Les pido a los bebés que si no es algo muy dificultoso para ellos, se preparen para salir, porque estoy realmente muy cansada.
Por la noche, a la hora de irme a dormir, no puedo acostarme. Estoy muy inquieta. Me gustaría despertar a Nico para decirle que estoy muy inquiera, pero me parece que no tiene mucho sentido. Al menos, que él duerma y descanse. Dejo que pasen lentamente las horas. Sigo cada vez más inquieta. Tengo contracciones, pero con la homeopatía no son dolorosas.
Finalmente decido despertar a Nico. No me encuentro bien, ¿me llevas al hospital? Son las 3 de la madrugada. Ayer fue luna nueva. Nico se levanta, se despeja y nos vamos al hospital.
Me monitorean. Contracciones cada 5 minutos. Dilatada 5cm. Todavía falta, los bebés están bien, no hay sufrimiento fetal pero me ingresan, por eso de que un parto gemelar hay que vigilarlo más.
No quiero que me pinchen nada, la ginecóloga ya lo sabe. Me suben a la habitación,son las 7am. A las 7:30, cuando estaba enganchando un sueñito, viene un celador a buscarme. "pero si me acaban de subir" le digo. "es que la ginecóloga quiere verte". Y resulta que mi ginecóloga es la que estaba de guardia ese domingo.
Me revisa, con ese tacto que es tan incómodo para ver cómo está el cuello del útero. Parece que no he dilatado al ritmo que debería. esperamos un poco más. Pasan las horas y accedo a la oxitocina. Siguen pasando las horas y voy dilatando poquito. Finalmente me ponen una analgesia. Por fin se me quitó el dolor de la costilla. y pienso por qué no la habré pedido antes. Tengo absoluto control de mis piernas y mi cuerpo, tan solo ha desaparecido la sensación de dolor.
Los bebés siguen moviéndose bien, las contracciones continuan. Ya no me duele nada. Pero el parto no prospera.
Finalmente la ginecóloga me dice que Rubén (mi barriguita izquierda, que siempre estuvo con ganas de salir) no puede girar la cabecita y está encastado contra mi pubis. Y que no hay más remedio que la cesárea.
Justo es lo que no quería, lo que quería evitar de cualquier modo. Yo quería parir. Pero el hombre propone y Dios dispone...
Me llevan a quirófano, y allí, entre móviles sonando, mucho ruido, mucha gente, mucha luz... mis bebés respiran por primera vez. Me ponen a Rubén sobre el pecho, y en seguida busca el pezón y empieza a succionar. Pero en seguida me lo retiran porque llega Max. Otro minutito con él y me tienen que coser. La anestesia me da un rebote terrible, me tienen que atar los brazos porque no puedo parar de temblar, también la boca se me mueve de un modo horrible. Casi no puedo abrazar a mis bebés,  acariciarlos... Se me saltan las lágrimas de la emoción. Cómo es posible que algo tan grande haya crecido en mi barriga. Grande no solo en tamaño, sino en perfección. Son hermosos, son bellos, tienen todo en su sitio, ¡¡son perfectos!!Nico está conmigo en todo momento, los coge, los besa. Se los llevan. Me cosen, me devuelven a mis bebés. Ahora si los puedo abrazar.